Ferganá

Ubicada en el corazón del Valle de Ferganá, al este de Uzbekistán, la ciudad de Ferganá es una joya poco conocida que deslumbra por su historia milenaria, paisajes de ensueño y una artesanía que todavía conserva el eco de la Ruta de la Seda. Fundada en el siglo XIX como Nueva Margilán durante la expansión del Imperio Ruso, Ferganá evolucionó como centro comercial y agrícola, rodeada de un fértil valle que hoy le da vida a mercados coloridos, huertos frondosos y una energía vibrante.
La ciudad es reconocida internacionalmente por su tradición en la producción de seda, su arquitectura soviética mezclada con influencias persas y turcas, y su cercanía a otros pueblos históricos como Margilán y Rishtán, lo que la convierte en un punto de partida ideal para explorar el alma de Asia Central.
Cuándo ir
Los mejores momentos para visitar Ferganá son de abril a junio y de septiembre a octubre, cuando el clima es suave y los campos florecen o se tiñen de tonos dorados. Durante la primavera, la ciudad vibra con festivales culturales, como el Navruz (21 de marzo), que marca el Año Nuevo persa con danzas, comidas tradicionales y espectáculos callejeros. En otoño, las cosechas dan lugar a ferias agrícolas donde los productos locales y la vida rural cobran protagonismo. El verano, en cambio, puede ser muy caluroso, y el invierno, aunque no extremo, ofrece una experiencia más tranquila, ideal para quienes buscan un viaje introspectivo y menos concurrido.
Clima
Ferganá disfruta de un clima continental seco, con veranos calurosos e inviernos fríos. En julio, las temperaturas pueden alcanzar los 35 °C, mientras que en enero pueden descender hasta los -2 °C. La primavera y el otoño presentan temperaturas ideales, entre 18 y 25 °C, y son también las estaciones con más lluvias, aunque éstas son moderadas y breves. Gracias a su ubicación en el valle, la ciudad goza de un aire puro, brisas frescas desde las montañas y cielos despejados la mayor parte del año, lo que la hace ideal para los viajeros que disfrutan del turismo activo y al aire libre.
Gastronomía
La cocina de Ferganá es tan generosa como su tierra, en la que los sabores ancestrales se combinan con técnicas heredadas de distintas culturas. El plato estrella es el plov de Ferganá, una versión local del pilaf cocinado a fuego lento en grandes calderos con arroz, zanahorias amarillas, cordero y especias. También destacan las samsas, empanadas rellenas de carne o calabaza horneadas en hornos de barro, y el lagman, un guiso de fideos caseros con vegetales y carne.
Qué ver
Uno de los mayores encantos de Ferganá es su cercanía con ciudades cargadas de historia y tradición, donde el tiempo parece haberse detenido. Explorar los alrededores es sumergirse en la herencia viva de Asia Central, entre cúpulas azules, fortalezas de adobe y talleres donde la artesanía aún se practica como hace siglos.
Kokand, ubicada a solo 80 kilómetros de Ferganá, fue una de las capitales más importantes del antiguo Khanato de Kokand y conserva ese aire de grandeza en cada rincón. Su joya arquitectónica es la Ciudadela del Kan de Kokand (Palacio Khudoyar Khan), una imponente fortaleza construida en el siglo XIX. Con su fachada de azulejos color turquesa, torres majestuosas y un ambiente de leyenda, esta ciudadela alberga hoy un museo donde los visitantes pueden recorrer las salas del antiguo kan y admirar manuscritos, armas, joyas y objetos ceremoniales. Pasear por sus patios y galerías es como revivir la vida palaciega de los siglos pasados.
Más al este, se encuentra Rishtán, un pequeño pueblo que ha hecho fama mundial gracias a su cerámica tradicional. Aquí se producen los legendarios platos, jarras y azulejos esmaltados en tonos azulados y verdes, decorados con motivos florales y geométricos que evocan la Ruta de la Seda. Visitar un taller familiar es una experiencia inolvidable: podrás ver cómo el alfarero modela el barro con destreza y cómo se aplican las pinturas naturales antes de entrar al horno. Además, los visitantes pueden adquirir piezas únicas directamente del artesano, convirtiendo el viaje en una travesía cultural tangible.
Margilán, a tan solo 15 minutos de Ferganá, es la cuna de la seda uzbeka. Este lugar ha producido seda desde la antigüedad y aún mantiene viva la tradición. En el Centro de Seda Yodgorlik, los viajeros pueden presenciar todo el proceso de fabricación: desde la cría de gusanos de seda hasta el teñido con pigmentos naturales y el tejido manual en antiguos telares. El resultado son pañuelos, vestidos y telas con patrones ikat, famosos por sus colores vibrantes y diseños hipnóticos. Además, Margilán cuenta con madrazas y mezquitas centenarias, perfectas para descubrir la espiritualidad y arquitectura de la región.
Compras
Ferganá y sus pueblos vecinos son el lugar ideal para adquirir productos artesanales auténticos. En Margilán, la seda ikat se convierte en pañuelos, túnicas y manteles coloridos que reflejan siglos de tradición textil. En Rishtán, las cerámicas esmaltadas son perfectas para decorar cualquier rincón del hogar. No te pierdas los bazares locales, llenos de frutas secas, especias, alfombras y bordados a mano que te transportan a la esencia de Asia Central.