Bucarest
Bucarest, la capital y ciudad más poblada de Rumania, está situada en el sureste del país, a orillas del río Dâmbovița. Destino cultural en constante cambio, ha sufrido terremotos, guerras y los caprichos de un dictador y, ahora, las fachadas de cristal y los rascacielos conviven con retazos de la ciudad de principios del siglo XX.
Aunque no tiene la popularidad que posee otras capitales europeas, a Bucarest no le falta encanto y vitalidad, sumado a la hospitalidad de su gente. Desde maravillosos museos a enormes parques, edificios impresionantes, buenos restaurantes y vida nocturna, hay mucho que hacer en la capital de Rumania.
Cuándo ir
Mayo, junio y septiembre son los meses ideales para visitar Bucarest, ya que el calor es agradable. Las temperaturas oscilan entre los 9 °C y los 28 °C, ideal para deambular sin rumbo y disfrutar de la ciudad. En julio y agosto, cuando es pleno verano, el calor puede ser muy intenso. Ten en cuenta que las noches pueden ser frías y que algunos días pueden llover, por lo que no te olvides de llevar abrigo e impermeable.
Clima
El clima de Bucarest es continental húmedo. Los inviernos son fríos y grises, con nieve y heladas, y temperaturas que oscilan entre los 0 °C y los −20 °C. Los veranos, de junio a agosto, son calurosos y soleados, y por la tarde puede haber tormentas. La temperatura máxima promedio es de 30 °C, y en los períodos más calurosos puede alcanzar los 40 °C.
Las precipitaciones son moderadas y están distribuidas a lo largo del año; el mes menos lluvioso es febrero, mientras que junio es cuando más precipita.
Gastronomia
La cocina de Rumania es una excelente mezcla de la historia, cultura y tradición del país. Carnes, pescados y verduras de temporada son ingredientes básicos.
En Bucarest no tendrás problemas para encontrar restaurantes de comida rumana o internacional. La mejor opción es el casco histórico, el Pasajul Macca Vilacrosse y entre la Calea Victoriei y el Bulevard Gheorghe Magheru. Allí hay restaurantes, bares, cafeterías y pubs donde podrá probar alguna ciorbă , sopas contundentes en base a pollo, ternera, pescado o verduras; la mămăliga , una especie de polenta con textura de puré espeso que se sirve de guarnición; y los mici , salchichas asadas de carne de oveja, cerdo y ternera. Puedes terminar la comida con un papanași , rosquillas rellenas de queso cottage con mermelada y crema por encima, y acompañarla de țuică, un licor artesanal preparado con ciruelas, presente en todos los hogares rumanos.
Qué ver
A pesar de ser la cuarta ciudad más grande de la Unión Europea, Bucarest no es difícil de explorar. Los puntos de interés se concentran en un área relativamente pequeña, por lo que podrás visitarlos en dos o tres días.
Una buena manera de comenzar a recorrer el casco antiguo de la ciudad es la plaza de San Jorge, el kilómetro cero de Rumania. La misma se encuentra dentro del Parque Sfantul Gheorhe, el cual está dominado por la iglesia ortodoxa de San Jorge. Cruzando la calle llegarás a la plaza de Roma que, a su vez, desemboca en una de las calles más atractivas del casco histórico, Lipscani, con un ambiente animado y repleta de tiendas, bares y restaurantes. Un poco más adelante se encuentra la iglesia de San Nicolás, y más allá está uno de los rincones más encantadores del casco antiguo, el pasaje Macca Villacrosse, cubierto por una bóveda de hierro forjado con vidrios amarillos y verdes. desde alli saldrás a otra de las calles más famosas y la más antigua de la ciudad, la Calea Victorei, o avenida de la Victoria. Si la recorres de punta a punta, desde la Plaza Victoriei a la Plaza Natiunilor, irás descubriendo algunos de los edificios más impresionantes de la ciudad: el Palacio Cantacuzino, la plaza de la Revolución, el Palacio de la CCA, el Club Militar y el Museo Nacional de Historia.
Las antiguas iglesias ortodoxas de Bucarest son verdaderos monumentos arquitectónicos y parte importante de la historia de la ciudad, ya que durante el gobierno del dictador Nicolae Ceausescu, miles de estructuras fueron demolidas en la capital rumana. Entre ellas había muchas iglesias y capillas históricas y, para salvarlas de la destrucción, algunas fueron reubicadas y escondidas, mientras que otras acabaron encajonadas entre los rascacielos que se construyeron a su alrededor posteriormente. Por este motivo, ir a su encuentro es casi una búsqueda del tesoro.Anota la iglesia de Stavropoleos, en la Ciudad Vieja, la de Kretzulescu, en Calea Victoriei, la de Antim, cerca del Palacio del Parlamento, y la Biserica Doamnei, que se encuentra bastante bien escondida en el cruce del bulevar Regina Elizabeta con la calle Doamnei.
El bulevar Unirii, o bulevar de la Unificación, es también conocido como los Campos Elíseos de Bucarest y es uno de los paseos más bellos para hacer en la ciudad. Fue construido en 1984 y cuenta con 3,5 kilómetros de largo, extendiéndose desde la plaza Alba Lulia hasta el Palacio del Parlamento. La parte principal del paseo es la que atraviesa la plaza de la Unificación o plaza Unirii, muy famosa por sus fuentes.
El Palacio del Parlamento, por su parte, es una gigantesca estructura ideada por Nicolae Ceausescu, que ambicionaba construir el mayor edificio administrativo del mundo. Y lo conseguir: a la par con el Taj Mahal o el Pentágono, es uno de los edificios más grandes del mundo y hay que verlo para creerlo. Una visita es una mezcla de emociones entre la imponencia de la estructura y el origen del despilfarro de la dictadura.
Si estás buscando un poco de naturaleza entre tu recorrido urbano, el parque Herāstrāu es el sitio. Allí podrás disfrutar del lago Herăstrău, que tiene un largo y hermoso paseo de unos 7 kilómetros.
Si lo que quieres es relajarte luego de un día intenso en la ciudad, Bucarest tiene un balneario de aguas termales a solo 10 minutos del centro, con nueve piscinas, cuatro baños turcos, seis saunas y 16 toboganes que disfrutan grandes y chicos. Por si fuera poco, los baños se encuentran en el hermoso y enorme jardín botánico, que alberga más de 800 mil plantas, incluidas palmeras y una gran cantidad de orquídeas para que tu experiencia termine con un broche de felicidad.