Isla de Capri
La isla de Capri es hermosa, muy hermosa. Pequeña y escarpada, situada en el extremo occidental de la península de Sorrento, ha atraído la atención desde tiempos de los romanos: el famoso Tiberio gobernó el imperio desde Villa Jovis, en lo alto de un acantilado, y a mediados del siglo XIX la isla se convirtió en un imán para artistas, intelectuales y escritores, atraídos por su paisaje inspirador, su clima suave y su estilo de vida soñador y liberal. Luego, en la década de 1950 y 1960, fueron ricos y famosos quienes comenzaron a ser habitués de la isla.
Hoy en día miles de personas visitan Capri por el día, especialmente en la temporada alta; el secreto para disfrutarla es alojarse allí y quedarse algunos días, y así darle tiempo a la isla —y a uno mismo— para vivirla a su ritmo.
Cuándo ir
La isla de Capri es uno de esos sitios que realmente merece ser visitado fuera de temporada y así evitar las multitudes. En la primavera y el otoño las temperaturas son suaves y agradables, y hay menos gente. En mayo las flores silvestres dan aún más color al paisaje, aunque el mar está frío; a finales de septiembre o principios de octubre las tardes son templadas y el agua aún está caliente.
Más allá de la época del año, el mejor momento para disfrutarla es a partir del final de la tarde, cuando las hordas de gente que pasan el día allí —unas 20 mil personas— abandonan la isla.
Clima
El clima de la isla de Capri es mediterráneo. Los veranos son cálidos y secos, con temperaturas que oscilan entre los 25 y los 30 °C, mientras que los inviernos son suaves y lluviosos, con temperaturas que oscilan entre los 10 y los 15 °C. La primavera y el otoño son agradables estaciones de transición.
Gastronomía
La cocina de la isla de Capri está basada en ingredientes sencillos y frescos de la tierra y el mar. Entradas como la insalata caprese, preparada con auténtica mozzarella de búfala, tomates madurados al sol y albahaca, platos principales como los espaguetis alle vongole (con almejas), alla caprese (con tomates y mozzarella) o alla Nerano (con zapallo italiano frito), pizzas o el frito misto di mare (calamares, gambas o mejillones) y postres como la torta caprese, un pastel húmedo de chocolate y almendras molidas, creado por Carmine Di Fiore en 1920 en la isla, o la delizie al limone, un pudin de limón, puedes encontrarlos en casi todos los restaurantes. Acompaña la comida con un vino blanco, elaborado con uvas falanghina y biancolella, o después de cenar toma un limoncello helado, a menudo hecho con una receta familiar.
La isla es pequeña y hay restaurantes ubicados en diferentes partes, por lo que encontrarás opciones cerca de donde te hospedes o de los lugares que visites. Algunas zonas de la isla que suelen tener mayor concentración de restaurantes son el centro histórico de Capri, Marina Grande, donde podrás disfrutar de mariscos y pescados frescos junto al puerto, Marina Piccola, con terrazas que te permiten ver las formaciones rocosas de Faraglioni, y Anacapri, la otra ciudad principal de la isla.
Qué ver
Si bien la isla tiene solo 10 kilómetros cuadrados, posee grandes diferencias de altura entre Capri, Marina Piccola, Anacapri y todo lo intermedio. Puedes conectar los sitios a través de la red de pequeños buses de la isla, en taxi y, en algunos casos, en funicular o caminando. Además, desde el puerto salen barcas que dan vuelta la isla, un hermoso paseo que te llevará a ver los faraglioni de Capri (los tres macizos de piedra caliza que emergen del mar en el extremo sureste de la isla, con arcos naturales que forman calas soñadas) y las grutas que existen alrededor de la isla.
La Piazzeta es el centro neurálgico de Capri, una pintoresca plaza con su antigua iglesia, llena de mesas de los bares que la rodean. Alrededor, las calles están pobladas de marcas de primer nivel y tiendas de lujo y, más allá, las calles angostas y estrechas, abarrotadas durante el día, se vuelven apacibles al atardecer.
Desde allí, la vía Tragara te lleva hasta el Belvedere di Tragara y las vistas de los faraglioni. Desde aquí, un sendero circular con cientos de escalones y magníficas vistas rodea la costa, pasando por la modernista Villa Malaparte, pintada de rojo, de Curzio Malaparte, y el Arco Naturale, una formación rocosa imponente formada por la erosión.
Desde la Piazzeta también puedes llegar hasta los jardines de Augusto y recorrer vía Krupp, un antiguo sendero en espiral que desciende serpenteando hasta Marina Piccola, una pequeña y hermosa playa rodeada de acantilados, ideal para darse un baño y almorzar con hermosas vistas.
Para ir a Villa Yovis debes subir bastante, pero las vistas de las ruinas de este gran palacio romano construido por el emperador Tiberio en el 27 d.C. y sus jardines son simplemente geniales.
En el extremo opuesto de la isla se encuentra Anacapri, un pueblo encantador y calmo, donde vive la mayor parte de la población de la isla e ideal para recorrer sin prisa. Desde allí es fácil tomar las embarcaciones que visitan la Grotta Azurra, la cueva submarina redescubierta en 1826 por el poeta alemán August Kopisch. Alguna vez una piscina romana, le debe el nombre a la iluminación iridiscente, que verás una vez dentro: la luz es realmente azul y crea un efecto único sobre el agua.
Desde Anacapri puedes llegar en telesilla o caminando al escarpado monte Solaro, donde verás los restos de un fuerte de las guerras napoleónicas y tendrás vistas impresionantes de la isla y el mar.