Jerusalén

Considerada la Ciudad Santa,
Jerusalén es la ciudad donde se rememora gran parte de la historia cristiana,
habiendo sido el escenario de episodios bíblicos como la última cena, el Vía
Crucis, la crucifixión de Jesús y muchos más.
Sin embargo, la capital de
Israel es también un lugar cargado de historia para quienes son creyentes o no.
Recorrer la Ciudad Vieja, empaparse con la multi culturalidad de sus religiones,
traspasar los muros y encontrarse de frente con su cara más moderna es también una
forma de mirar hacia atrás y admirar cómo ha pasado el tiempo.
Cuándo ir
La mejor época para viajar a
Galilea es primavera (marzo a mayo) y otoño (octubre y noviembre), las
temporadas con las temperaturas más agradables de todo el año.
Clima
El clima en la región de Galilea
es bastante cálido a lo largo del año, caracterizándose, eso sí, por sus
calurosos y extendidos veranos; así, entre abril y octubre las temperaturas
máximas oscilan entre los 25°C y los 34°C. Por su parte, los inviernos no son
muy fríos, con máximas promedio de 17°C. En cuanto a las lluvias, son muy
escasas durante todo el año.
Gastronomía
La
cocina de Jerusalén es bastante similar a la de todo Israel, con influencia de
Medio Oriente, principalmente árabe. De esta forma, es fácil encontrar platos
como el falafel (albóndigas de garbanzos), la shakshuka (huevos con salsa de
tomate y verduras) y el clásico shawarma.
Algo
menos conocidas, quizás, son las burekas (empanaditas típicas de los puestos
callejeros), el sabih (pan pita relleno con berenjena, huevo, tomate, aceituna
y humus), el zaatar (pan con sésamo) y la mujaddara (ensalada con lentejas,
cebolla frita y arroz).
A
la hora de comer, entre los mejores lugares figuran la Ciudad Vieja de
Jerusalén, como también el barrio árabe y los alrededores del Muro de los
Lamentos. Para probar la auténtica comida local, nada como ir al Mercado Mahane
Yehuda, aunque si la idea es irse por la cocina internacional, los alrededores
de la plaza Sión y la calle Ben Yehuda son la alternativa.
Qué ver
Detrás
de un kilómetro cuadrado de murallas se esconde la Ciudad Vieja de Jerusalén,
una zona con más de cinco siglos de historia. Ocho son las puertas que las
rodean: Jaffa, Sion, del Estiércol, Dorada, de Los Leones, de Herodes, de Damasco
y Nueva.
Al
interior de las murallas se encuentran los grandes atractivos turísticos de la
ciudad, como lo es el Muro de los Lamentos. Éste fue parte de un templo que se
comenzó a construir el año 516 a.C., destruido el año 70 d.C. por los romanos;
sin embargo, hoy es considerado un lugar sagrado para el judaísmo, donde sus
fieles rezan por la llegada del Mesías.
Desde
el muro se puede caminar hasta la Puerta del Estiércol, para pasar por el
control de seguridad que conduce a la Explanada de las Mezquitas, un lugar venerado
tanto por el islam como por el judaísmo, con diferentes significados para ambas
religiones. Allí, lo más impactante resulta la Cúpula de la Roca o Mezquita de Umar,
la Cúpula de la Ascensión, la Mezquita Al-Aqsa y la Cúpula de la Cadena.
Desde
la explanada se puede alcanzar la Vía Dolorosa, la calle más sagrada de la
ciudad, pues por allí habría caminado Jesús cargando la cruz rumbo al Monte
Calvario. Ésta transcurre entre la Puerta del León y el Santo Sepulcro, marcada
por las 14 estaciones del Vía Crucis. En su inicio se halla la iglesia de Santa
Ana, donde, según la Biblia, habría nacido la Virgen María; allí, además, están
los restos de la Piscina de Bethesda, donde Jesús habría sanado a un
paralítico.
Tal
como ya mencionamos, el final la Vía Dolorosa es también uno de los lugares más
sagrados para el cristianismo: la Basílica del Santo Sepulcro. Éste fue
construido sobre el lugar donde Jesús habría sido crucificado, en el Monte Calvario,
y con los años fue creciendo hasta convertirse en la iglesia que existe
actualmente. En su interior se puede ver el Edículo, un mausoleo que resguarda
la tumba de Jesús, la Piedra de la Unción, donde Jesús habría sido ungido
previo a su sepultación, y el Monte Calvario, donde lo crucificaron.
Otro
punto importante dentro de la Ciudad Vieja es la entretenida vía llamada El
Cardo. Ésta transcurre entre las puertas de Damasco y Sion, y desde el año 130
a.C. se ha establecido como la principal arteria comercial de la ciudad. Actualmente
es posible encontrar talleres de artesanía, antigüedades y galerías de arte,
atravesando todo el barrio judío.
Saliendo
de la Ciudad Vieja por la Puerta de Sion, justo en el monte homónimo, se alza
la Abadía de la Dormición donde, según narra la Biblia, la Virgen María habría
entrado en el sueño eterno. Varios templos fueron construidos en ese lugar,
hasta la edificación del actual en 1898. Muy cerca está también la tumba del
rey David, que guarda también el Cenáculo, el lugar donde habría tenido lugar
la última cena de Jesús con los apóstoles.
Al
este de la Ciudad Vieja, junto a la Puerta Dorada, se encuentra el monte de Los
Olivos, un lugar sagrado que aparece en la Biblia. Allí habrían tenido cabida
importantes acontecimientos cristianos, pues acoge la Gruta de Getsemaní, donde
Judas entregó a Jesús. Allí también se halla el Sepulcro de María, el
cementerio judío y la Basílica de Getsemaní, una iglesia construida sobre el
lugar donde Jesús habría orado antes de que lo apresaran los romanos.
Afuera
de la Ciudad Vieja, saliendo por la Puerta Nueva, es posible encaminarse hasta
la plaza Sión, una moderna zona de Jerusalén en torno a la cual se levantan
restaurantes, bares y mucho comercio. Es también el punto de partida para
caminar por la calle peatonal Ben Yehuda, la más animada de la ciudad en
términos gastronómicos y comerciales.
Siguiendo
por la calle Jaffa se llega hasta el Mercado Mahane Yehuda, que comenzó como un
pequeño bazar fundado por los árabes durante el Imperio Otomano. Gente de
varios países de la región se reúnen allí para comercializar sus productos, con
más de 250 puestos en los que se vende de todo: comida, menaje, ropa y mucho
más.
Otro excelente lugar para comprar y respirar la onda local es el Zoco de Jerusalén. Ubicado en el barrio musulmán, sus comerciantes ofrecen todo tipo de souvenirs para los que, sí o sí, es necesario regatear.