París
“La ciudad de la luz”, “la
ciudad del amor” y tantos otros seudónimos jamás podrán hacer eco de la espectacularidad
de esta ciudad. Es que París tiene un encanto difícil de explicar con palabras,
pero que cientos de películas, libros y pasajes de la historia han sabido
describir a la perfección.
La capital francesa termina
siendo una metrópoli clásica, donde cada calle tiene una pieza de museo y, por
lo mismo, resulta tan fácil de caminar. Así, nadie quiere dejar París.
Cuándo ir
La mejor época para visitar
París es entre abril y mediados de septiembre, para así aprovechar los cálidos
días de primavera y verano. Eso sí, cabe destacar que los meses de junio, julio
y agosto conforman la temporada alta turística.
Clima
París no se caracteriza por ser
una ciudad extremadamente calurosa, pues sus veranos son cortos y las
temperaturas varían entre los 22°C y los 25°C entre junio y septiembre, los meses
más cálidos. En invierno, en cambio, los termómetros bajan fuertemente, incluso
con nevadas ocasionales.
Gastronomía
La cocina francesa es una de
las más deliciosas y destacadas de Europa y, para probarla, no hay como un
recorrido por París. Allí nunca faltará la buena bollería ni tampoco los
baguettes, y es el lugar ideal para probar los mejores crepes rellenos con
ingredientes dulces o salados.
Entre los platos típicos se
encuentran los caracoles o escargots,
el famoso quiche Lorraine, hecho con tocino, queso y crema, el croque-monsieur, un sándwich de jamón y
queso cocinado a la plancha o en el horno, el pollo con verduras o coq au vin y el ratatouille, una mezcla de berenjenas, tomate, zapallito italiano,
pimientos y albahaca horneada.
De postre, nada como una buena tarte tatin hecha con una base de masa
rellena de manzanas caramelizadas. Además, a la hora del snack o del café es
bueno entrar a una boulangerie o patisserie para probar los deliciosos
bollos, muffins y, por supuesto, el típico pain
au chocolat.
Son muchos los buenos barrios
donde salir a comer en París. Sin embargo, si hubiera que destacar solo algunos
definitivamente serían Montmartre, la cosmopolita zona de Le Marais, el Barrio
Latino y, en general, los alrededores de los sitios más turísticos de la
ciudad.
Qué ver
París está llena de iconos,
pero nada sobresale tanto como la Torre Eiffel. Con 300 metros de altura, esta
particular estructura es el monumento más visitado del mundo y es todo un
símbolo del romanticismo de la ciudad. Se puede subir a ella para admirar París
desde sus diferentes miradores, comer en el restaurante o tomar una copa de
espumante para brindar en ese momento inolvidable con los Campos de Marte como
telón de fondo.
Cruzando el Sena hacia el norte
se alza otro emblema parisino: el Arco del Triunfo. Este enorme monumento se
erigió para homenajear el triunfo de las tropas del ejército francés bajo las
órdenes de Napoleón y se ubica en el medio de una rotonda. Este ícono marca
también el inicio de los Campos Elíseos, la avenida comercial más elegante de
la ciudad, que reúne a cientos de tiendas exclusivas en un paseo hermoso lleno
de árboles que vale la pena caminar.
Los Campos Elíseos se extiende
hasta el Palacio Real, con sus espectaculares jardines que, cruzando la Plaza
de la Concordia, conducen hasta el famoso Museo del Louvre. Cerca de 35 mil
obras son exhibidas al interior de este palacio del siglo XII, que resguarda
tesoros como La Gioconoda de da
Vinci, Las Bodas de Caná de Veronés y
La Venus de Milo. Antes de irse,
imposible no sacarse una foto junto a su clásica pirámide de cristal.
Cruzando las Tullerías del
Louvre y la Place Vendome –en torno a la cual se alzan las tiendas más lujos
del mundo– hacia el norte se encuentra Ópera Garnier, el imponente palacio que
alberga la Ópera Nacional de París. Actualmente este edificio que abrió sus
puertas en 1875 se puede recorrer por dentro para admirar los lujos y tesoros
que alberga.
A pocas cuadras del Museo del
Louvre se encuentra la Catedral de Notre Dame, que se terminó de construir en
1245 para convertirse en una de las catedrales góticas más antiguas del mundo,
que ha inspirado varios mitos y cuentos. Vale la pena admirarla desde diversas
perspectivas, principalmente desde la plaza y también desde el río.
Al sur de Notre Dame se
extiende el Barrio Latino, que no debe su nombre a sus actuales residentes,
sino que durante la Época Medieval los estudiantes que allí vivían hablaban en
latín entre ellos. Sus calles esconden muy buenos restaurantes y cafeterías,
como también algunas de las universidades más prestigiosas de París. Además,
cerca se hallan dos grandes atractivos: el Panteón y los hermosos Jardines de
Luxemburgo.
Un poco alejado del resto de la
ciudad, en lo alto de una colina, se halla el barrio de Montmartre. A fines del
siglo XIX, era un barrio de cabarets y burdeles, hasta que poco a poco los
artistas comenzaron a instalarse en él para comenzar a darle la onda bohemia
que tanto encanta hoy en día. En Montmartre se ubica la Basílica de Sacré
Coeur, que no solo vale la pena visitar por ser una de las iglesias más
importantes de París, sino porque desde su escalera se obtienen hermosas vistas
panorámicas de la ciudad.
Montmartre hay que conocerlo
con calma, caminar durante horas por sus calles de adoquines, sentarse a tomar
un café o una cerveza, disfrutar de los espectáculos callejeros y llenarse de
aire bohemio. Antes de dejarlo, hay que conocer el emblemático Moulin Rouge, el
cabaret más famoso de París (si no del mundo entero), que inspiró una película
y cada noche entrega los mejores espectáculos.
Desde París se puede llegar en
tren a la ciudad de Versalles, que guarda un importantísimo Patrimonio de la
Humanidad de la UNESCO: el Palacio de Versalles. Lo que antiguamente fue el
pabellón de caza de Luis XIII, los monarcas que lo sucedieron fueron
transformándolo hasta convertirlo en la impresionante mansión que es hoy día. Cada
rincón de su interior guarda un trozo de la historia de Francia y diversas
anécdotas de los reyes, hasta llegar a sus espectaculares jardines. Se trata de
800 hectáreas verdes impecablemente cuidadas, que se pueden recorrer a pie o en
bicicleta. Fuentes, estatuas, estanques y monumentos componen uno de los
lugares más hermosos de los alrededores de París.