Tahití, históricamente llamada Otaheite,​ es la isla más grande y más poblada de la Polinesia Francesa,​ un territorio de ultramar francés en el sur del océano Pacífico. Su capital es Papeete. 

Esta isla elevada y montañosa de origen volcánico está rodeada por un arrecife de coral y consiste en dos porciones de tierra conectadas por el istmo de Taravao: Tahiti Nui o Gran Tahití, y Tahiti Iti o Pequeña Tahití.

Originalmente un asentamiento de navegantes polinesios, la isla fue descubierta por exploradores europeos en 1606, aunque no fue hasta 1767 que desembarcaron. Al final del siglo XVIII, los misioneros ingleses cristianizaron la isla y, a mediados del siglo XIX, Tahití se convirtió en un protectorado francés. La isla se transformó luego en colonia francesa y desde el 2004 tiene el estatus de país de ultramar. Esta mezcla de culturas, sumada a una inmigración china en los años 1860 para el cultivo de algodón, dejó una herencia multicultural en la isla y sus costumbres.

Si estás planeando unas vacaciones al paraíso, Tahití te espera con aguas transparentes, comida fresca, actividades recreativas y una rica tradición.

Cuándo ir

Si bien durante todo el año la temperatura es cálida, la mejor época para viajar a Tahití es de mayo a octubre, durante la estación seca, cuando las precipitaciones son escasas.

Clima

El clima de Tahití es tropical o marítimo, cálido y húmedo, con temperaturas que oscilan entre los 21 °C y los 32 °C todo el año. En esta isla podría decirse que el verano es eterno. Acá las estaciones que importan son dos: la seca y la húmeda, con lluvias de noviembre a abril, sobre todo en diciembre y enero.

Gastronomía

Gracias al clima tropical, una de las mejores comidas para probar en Tahití son, por supuesto, las muchas frutas que crecen localmente: sandía, melón, decenas de variedades de plátanos, entre ellas el fe'i o plátano macho anaranjado, mango, papayas, coco, piña y maracuyá. La fruta legendaria del 'uru o árbol del pan, diversos tubérculos como el taro, el ufi o el ' umara constituyen la base de su cocina. La vainilla, una de las estrellas locales, acompaña muchas de estas frutas para preparar postres, además de usarse para salsas en platos de pescado.

La laguna y el mar también son una fuente de alimento: la perca, el mahi mahi o los peces loro forman parte de los platos típicos polinesios. A menudo se comen crudos, marinados en jugo de lima y leche de coco, como sucede con el ia ota o poisson cru, el pescado crudo a la tahitiana.

Son muy comunes los platos cocinados en el ahima'a, el tradicional horno polinesio que consiste en cestas tejidas con hojas de plátano sobre rocas calientes en un gran agujero en el suelo, para hacer platos como el pollo al fāfā (espinacas locales), los po'e de plátano (una especie de budín dulce) o juntar lechón, camarones, langosta, plátano, fruta de pan, taro y ñame para luego degustar. La leche de coco, fresca y cremosa, complementa todos estos platos.

Debido a la gran inmigración china, la cocina cantonesa también está presente en la isla. El plato estrella de esta comunidad es el chao men, hecho con fideos, verduras rehogadas y trozos de carne.

Para probar estas delicias hay varias opciones: en el mercado local de Papeete encontrarás multitud de frutas y hay propuestas de picnic organizados para comer pescado fresco y taro con los pies en el agua. En la plaza Vaiete y en el paseo marítimo en Papeete encontrarás roulottes, furgonetas que ofrecen variedad de platos, y la mayoría de los hospedajes hacen noches polinesias, donde podrás experimentar el tradicional ahima'a.

Qué ver

Tal vez te preguntes cuánto puede ofrecer una pequeña isla como Tahití. Por eso, seguro que te sorprenderá saber que hay mucho para hacer. Una buena idea es empezar por la capital. En Papeete podrás hacer compras de frutas frescas y productos artesanales como sombreros y bolsos de hoja de palmera en el mercado, admirar el arte callejero, conocer el templo chino Kanti de Mamao, visitar el jardín de Paofai, el Museo de la Perla, galerías de arte y exposiciones. El pintor francés Paul Gauguin experimentó en Tahití en los años 1890 y plasmó en sus obras los paisajes y la gente de la isla; en la villa de Papeari hay un pequeño museo con algunas de sus obras.

Aunque no lo creas, el fuerte de Tahití no son las playas, pero no por eso no vale la pena conocerlas. Es característica la arena negra, y si bien te puedes bañar en todos los lados, las zonas más recomendadas son Tautira, Taharuu, Mahina, Punta de Venus y el kilómetro 18.

En cambio, la isla es un enclave conocido por los grandes profesionales del surf, puesto que en Teahupoo tiene lugar el Campeonato Mundial de Surf. La ola que allí se forma es una de las más impresionantes del mundo, con 10 metros de altura y gran potencia; entre abril y junio es el mejor momento. Otros puntos interesantes para surfear son Vairao, Papara y Papenoo.

Si te gustan las vistas, en la isla hay varios miradores: el de Taharaa, desde donde puedes disfrutar del atardecer sobre la isla de Moorea, el de la Punta de Venus, que se encuentra junto al mar, y el de Plateau de Taravao, desde donde apreciarás el estrechamiento de la isla.

En Tahití también hay varios paseos que puedes hacer. Visitar los marae, espacios ceremoniales construidos en roca destinados a celebraciones sociales, religiosas y sacrificios, te darán un acercamiento a la cultura local. Los senderos a las grutas de Maraa y las tres cascadas de Faarumai, rodeados de abundante vegetación, son otras opciones.

Si vas entre julio y octubre, haz un avistamiento de ballenas jorobadas que migran a estas aguas, que podrás ver cuidando a sus ballenatos o inmersas en rituales de cortejo. 

Si estás en Tahití de finales de junio a finales de julio, no puedes perderte la oportunidad de presenciar el Heiva, el mayor festival cultural de la Polinesia Francesa: bailarinas vestidas con hojas de palmeras, competencias de canoas en las lagunas y deportes tradicionales como pelar cocos son celebrados en varios puntos de Papeete y alrededores durante cuatro semanas.