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Marruecos

Zagora

Zagora
Zagora se encuentra en el sureste de Marruecos, a los pies de la cordillera del Atlas, en el valle del río Draa, un enorme palmeral de 200 kilómetrod de longitud rodeado de frutales que se pierde en las arenas del Sahara, muy cerca de la frontera con Argelia.
 
Fundada en la Edad Media por los saadianos como puerta para la conquista de Marruecos y el Sahara, y como punto de salida de caravanas, su legado aún puede verse en las colinas de los alrededores.

Calles polvorosas, edificios de terracota y cielos inmensos, Zagora es un lugar inherentemente ligado al desierto, mientras la cordillera de Jbel Saghro se alza al fondo. Tanto si quieres adentrarte a las dunas Erg Chegaga o hacer una ruta por las tierras más recónditas de Marruecos, Zagora te espera con los brazos abiertos rodeada de palmeras y kasbahs.

Cuándo ir

La mejor época para organizar tu viaje a Zagora son la primavera (de marzo a mayo) y el otoño (de septiembre a noviembre). Estos meses también coinciden con las cosechas de sandía y dátiles, respectivamente. De noviembre a febrero también es agradable, solo ten en cuenta que las noches serán frías y tendrás más probabilidad de lluvia, por lo que lleva abrigo.

Clima

Zagora tiene un clima desértico cálido, con inviernos secos y frescos, y veranos áridos y calurosos. La amplitud térmica, tanto entre estaciones como dentro del mismo día, es muy pronunciada. Como Zagora está a más de 700 metros de altitud, hace menos calor que en las ciudades vecinas. Sin embargo, sigue siendo un clima árido; los veranos son sofocantes (35 °C - 45 °C) y en pleno invierno la máxima llega a los 20 °C, mientras que por las noches puede bajar hasta -10°C. La lluvia es escasa; apenas caen 60 milímetros en el año, que se concentran en el otoño y el invierno.

Gastronomía

En Zagora hay una gran variedad de restaurantes donde sirven mayormente cocina marroquí y mediterránea. Es el lugar perfecto para probar cuscús, madfouna (la pizza bereber, aunque es más parecida a una tarta: un pan plano relleno que contiene carnes, frutos secos, verduras, hierbas y especias), carnes a la parrilla, tajines como el tagine kefta (una especie de guiso de albóndigas) y la salade morocaine (en base a tomates, cebollas y pimientos frescos). Como Marruecos es un país islámico, la mayoría de los establecimientos no sirven alcohol, aunque unos pocos ofrecen vino de producción local. En su lugar, la comida se puede acompañar con una taza del clásico té de menta o jugo de naranja natural.

En la calle principal hay varios restaurantes que sirven porciones generosas y brindan un servicio amable, así como también existen los riads (casas tradicionales convertidas en hostales) de las afueras de la ciudad. También merece la pena visitar el zoco y elegir tus propios alimentos, siempre frescos. En Marruecos es normal comer con la mano; ten presente usar solo la derecha, ya que la mano izquierda se considera impura.

Qué ver

Para empezar a conocer Zagora puedes recorrer el zoco, el mercado que funciona los miércoles y domingos. En él se reúnen vendedores de toda la región para ofrecer desde frutas, verduras, carne y animales vivos hasta ropa tradicional, artesanías, utensilios de cocina y muebles, entre muchas otras cosas. Durante el otoño también hay un mercado de dátiles gigante.

En la ciudad contrastan los grises edificios coloniales, como la aduana, con el verdor del oasis. El Museo de Artes y Tradiciones del Valle del Draa está dedicado al modo de vida tradicional en el valle del Draa. Con abundantes exposiciones de joyas, armas e incluso trajes de novia, es una fascinante visión de la vida de los habitantes del desierto.

Si quieres disfrutar de buenas vistas de la ciudad, sube al Jebel Zagora o al monte Zagora al amanecer o al atardecer. Esta espectacular montaña de 950 metros se eleva sobre el río Draa y debes estar dispuesto a caminar unas tres horas ida y vuelta, aunque también puedes ir en vehículo. A mitad de camino se encuentran las ruinas de una fortaleza almorávide del siglo XI.

Puedes vislumbrar la cultura de Zagora, un cruce de caminos en el desierto, en el pueblo vecino de Amezrou, donde la histórica del mellah, o barrio judío, que antaño albergó a unos 400 hogares, está en parte derruida y en parte restaurada. Podrás recorrer sus laberínticas callejuelas, observar las casas de adobe, visitar la antigua sinagoga y conocer a los artesanos que sueldan amuletos de la buena suerte con diseños bereberes, africanos, judíos y musulmanes.

En un recorrido por el valle del Draa recorrerás las orillas del río y los pueblos, donde podrás apreciar antiguas kasbahs, palmeras datileras, campesinos con burros cargando hierba y niños dándose un chapuzón en el río, mientras las mujeres van a buscar agua a las fuentes de los pueblos. Uno de los sitios destacados en el valle es la kasbah de Caids, donde podrás recorrer el laberinto de habitaciones, el hammam, los patios llenos de luz y oscuros pasadizos secretos. Está adosado al ksar (pueblo fortificado) donde vivían 300 familias a lo largo de un laberinto de callejuelas iluminadas por claraboyas.

A apenas 26 kilómetros al sur de Zagora se encuentra la ciudad de Tamegroute, antiguamente un centro de estudios religiosos con la primera biblioteca del desierto, que alberga valiosos manuscritos antiguos y puedes visitar. En sus alrededores nacen las primeras grandes dunas de Tinfou, de 120 metros de altitud, uno de los lugares más cercanos y populares para conocer el desierto, pisar la arena con tus pies y recorrerlo en camello, hacer sandboarding en sus dunas o caminatas. Es fácil de acceder e ideal para pasar la noche en un vivac, disfrutar del atardecer sobre el desierto y contemplar las estrellas. Sin embargo, la atracción estrella es erg Chigaga, que no es una sola duna (erg), sino un increíble mar de arena dorada. Con 40 kilómetros de largo, está bordeado al norte y al sur por montañas, y puedes llegar en camello, acampando en el desierto en un viaje de algunos días, o en 4x4 en unas pocas horas. Entre dunas de hasta 300 metros de alto hay escondidos pequeños campamentos semipermanentes, por lo que la experiencia del desierto es total y envolvente, donde podrás adentrarte en el estilo de vida bereber, el contacto profundo con el desierto y espectaculares cielos nocturnos iluminados por el enorme arco de la Vía Láctea.

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