Brujas, un cuento de hadas medieval en Bélgica

Hay ciudades que parecen haberse detenido en el tiempo, como si una mano invisible las hubiera protegido del paso de los siglos. Brujas es una de ellas.
Con sus callejuelas adoquinadas, canales serpenteantes, tejados puntiagudos y torres góticas que se reflejan en el agua, esta joya de Bélgica parece salida de las páginas de un cuento de hadas. No es casualidad que muchos la llamen «la Venecia del Norte», aunque lo cierto es que Brujas posee una identidad tan única que solo puede compararse consigo misma.
Ubicada al noroeste de Bélgica, a tan solo una hora de Bruselas, Brujas (Brugge, en neerlandés) es la capital de Flandes Occidental y uno de los destinos más visitados del país. Su historia se remonta a la Edad Media, cuando floreció como un importante centro comercial europeo gracias a su acceso al mar y su red de canales, que aún hoy la atraviesan como venas líquidas.
Durante siglos, la ciudad fue sinónimo de riqueza, arte y cultura, hasta que su puerto se colmató y Brujas cayó en un largo letargo que, paradójicamente, le permitió conservar su arquitectura medieval intacta. Ese letargo fue su bendición: mientras otras ciudades cambiaban sus fachadas y modernizaban sus centros históricos, Brujas se mantuvo fiel a sí misma.
La Venecia del Norte, pero muy flamenca
Aunque se la compare con Venecia por sus canales, Brujas tiene un carácter flamenco profundamente arraigado. Aquí se habla neerlandés, se come con manteca y cerveza artesanal, y se vive con una mezcla de sobriedad norteña y delicadeza artística.

En Brujas, la vida transcurre en un equilibrio perfecto entre tradición y modernidad. Las festividades religiosas y culturales siguen teniendo un rol central, como la procesión de la Santa Sangre, que cada mayo transforma la ciudad en un escenario medieval viviente con trajes de época y carrozas.
Además, las artes siguen siendo parte del alma brujense, con la pintura flamenca de los primitivos y las nuevas expresiones del arte contemporáneo que habitan en sus museos.
Cuando de sabores se trata, Brujas no se queda atrás, con una gastronomía en la que conviven los mejillones con papas fritas, los estofados flamencos cocinados en cerveza, los gofres azucarados y, por supuesto, el inigualable chocolate belga. ¿Qué se toma? Cerveza, y se toma con tanta devoción como en una catedral, y los maestros cerveceros son venerados como artistas.

Tu recorrido en Brujas debe empezar por Rozenhoedkaai
Comienza tu recorrido por uno de los lugares más mágicos de la ciudad: el canal Rozenhoedkaai. Esta esquina junto al canal parece creada para inspirar postales. Desde acá, la vista es inigualable: barcas deslizándose lentamente por el agua, techos medievales recortando el cielo y la silueta majestuosa del Belfort, la torre campanario de Brujas.
Navegar los canales de Brujas es como abrir un libro antiguo y ver cómo las ilustraciones cobran vida. Desde el agua, la ciudad revela sus secretos mejor guardados: patios ocultos, fachadas cubiertas de hiedra, puentes centenarios y reflejos que parecen pinturas impresionistas.

En medio del casco antiguo se alza la Iglesia de Nuestra Señora, cuya torre de ladrillo alcanza los 115 metros, una de las más altas del mundo. En su interior se esconde una joya del Renacimiento: la Madonna de Brujas, una escultura de mármol blanco esculpida por Miguel Ángel. Es la única obra del maestro que salió de Italia en vida, y su expresión serena parece contener siglos de devoción y belleza.

En la Torre Belfort, sube los más de 360 escalones y obtendrás la mejor recompensa: una panorámica de tejados rojizos, torres de iglesia y canales que se pierden en el horizonte. Este campanario de 83 metros ha sido el corazón de la ciudad desde el siglo XIII. Cada repique de sus 47 campanas aún marca el ritmo de la vida cotidiana, como lo hacía siglos atrás.

El corazón medieval sigue latiendo en Grote Markt
La Grote Markt, o Plaza Mayor, es el corazón palpitante de Brujas, donde confluyen locales y viajeros, carruajes de caballos y bicicletas, sabores de mercado y edificios con frontones escalonados. A un lado está el imponente Juzgado Provincial, y al otro, el Belfort domina la plaza como un centinela de piedra.

A pocos pasos, la Plaza Burg es otro de los epicentros históricos de Brujas. En ella se encuentra la Basílica de la Santa Sangre, una iglesia de arquitectura gótica y neorrománica que resguarda una reliquia venerada: una ampolla con lo que se cree es la sangre de Cristo. Justo al lado, el Stadhuis o Ayuntamiento, es una joya del gótico civil con una sala gótica interior.

Para los amantes del arte, el Museo Groeninge es una parada obligada, una ventana al esplendor artístico que floreció en Flandes entre los siglos XV y XVI. Su colección incluye obras de los primitivos flamencos como Jan van Eyck y Hans Memling, cuya técnica de detalle y realismo sigue sorprendiendo hasta hoy.

Al sur de la ciudad, el Minnewater o «Lago del Amor» es el rincón más romántico de Brujas. Rodeado de cisnes, árboles centenarios y puentes poéticos, este lugar parece diseñado para pasear de la mano, hacer promesas eternas y suspirar sin razón. Cuenta la leyenda que si cruzas su puente con tu pareja, el amor durará para siempre.

Brujas sabe a chocolate… y a cerveza
Brujas también es un paraíso para los sentidos más golosos. El Museo Choco-Story no solo narra la historia del chocolate, sino que también permite probar sus mejores versiones.

En la cervecería Brouwerij De Halve Maan, que funciona desde 1856, podrás conocer el proceso de elaboración de la famosa cerveza Brugse Zot y degustarla en su terraza con vista al canal. ¿Y las papas fritas? El Frietmuseum te enseñará por qué este snack aparentemente simple es, en Bélgica, una cuestión nacional.
Para quienes buscan llevarse un recuerdo auténtico, en Ypres, cerca de Brujas, el Cloth Hall ofrece desde encajes artesanales hasta chocolates de autor, pasando por souvenirs de todos los colores. Este mercado cubierto es una experiencia en sí misma, donde cada objeto parece llevar una historia y cada vendedor una sonrisa flamenca.

Brujas es una ciudad para recorrer con calma, mirando hacia arriba y hacia abajo, descubriendo detalles góticos en cada esquina y escuchando el eco de los cascos de los caballos en las calles empedradas. ¡Sé parte de este cuento medieval!
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